A lo largo de estos años de residencia, mas que anestesia, aprendemos a conocer a las personas; a conocernos a nosotros mismos, a definir parte de nuestra personalidad. La residencia cambia a la gente, a unos los hace mas sensibles, a otros menos sensibles, a unos mas valientes, a otros mas cobardes, a unos mas sinceros a otros menos sinceros, a unos mas justos, a otros menos justos. Aprendemos a ser diplomáticos en medio de una especie de "guerra fría" institucional.
A pesar de los sinsabores que nos hallan tocado vivir, podemos sacar buenas cosas de este año. Sin embargo debemos aprender de nuestro pasado, de nuestra historia, debemos mejorar nuestras relaciones humanas, a ser mas sinceros, a ser mas honestos, a no guardar rencor en nuestra vida, y dejar que se el tiempo que le cobre a cada quien su devenir.
Felicidades a los que se van, a los que se quedan. Recuerden que "ningún hombre es una isla" que nos necesitamos los unos a los otros para completar nuestra felicidad.
Que Dios nos bendiga!